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Insfrán celebra el clientelismo y minimiza las denuncias tras una reunión con intendentes salpicados por escándalos electorales

El gobernador encabezó un encuentro con jefes comunales, entre ellos el cuestionado Mario Brignole, y reivindicó una "victoria aplastante" mientras se descalificaban las denuncias por fraude y manipulación del voto, y repudiaban el pedido de intervención federal efectuado por el senador Francisco Paoltroni.

En una escenografía cuidadosamente montada en Casa de Gobierno, el gobernador Gildo Insfrán encabezó el martes 1° de julio una reunión con los intendentes y presidentes de Comisiones de Fomento de la provincia, apenas dos días después de las controvertidas elecciones provinciales. Entre aplausos, arengas internas y frases prefabricadas, el mandatario celebró lo que llamó una "victoria aplastante" del Partido Justicialista, ignorando por completo las gravísimas denuncias de fraude, compra de votos y uso del aparato estatal que empañaron el proceso electoral.

El evento —según difundió el medio oficialista AGENFOR— tuvo como figura destacada al intendente de El Colorado, Mario Brignole, protagonista del video que se viralizó días antes del comicio donde se lo ve admitiendo, sin pudor alguno, el mecanismo de canje de "bolsitas de mercadería por votos azules", a cambio de que los vecinos entreguen el troquel y el comprobante de haber votado al oficialismo.

Lejos de una rendición de cuentas o un mínimo acto de autocrítica institucional, Brignole fue el primero en tomar la palabra, no para explicar su escandalosa conducta, sino para repudiar al senador nacional Francisco Paoltroni, quien había afirmado que "el pueblo formoseño está secuestrado por un modelo de sometimiento" y pidió la intervención federal de la provincia. "Es ofensivo decir que no tenemos conciencia de lo que votamos", lanzó el jefe comunal con una indignación selectiva que omite el detalle de haber reconocido públicamente prácticas propias de un régimen clientelar.

Insfrán, como es habitual, evitó referirse a las denuncias puntuales. Prefirió blindarse en el relato épico del "modelo formoseño", llamando a la "unidad" frente a un Gobierno nacional que, según él, "lastima y genera odio", como si la pobreza estructural, la dependencia del asistencialismo y la persecución política en la provincia no fueran síntomas de un sistema que reproduce desigualdades y castiga la disidencia.

En vez de condenar las irregularidades, el gobernador optó por desviar la atención y presentarse como víctima de un contexto adverso, ratificando una estrategia discursiva que niega el problema de fondo: la democracia en Formosa está vaciada de contenido, manipulada por un aparato oficialista que utiliza recursos públicos, presiona a los más vulnerables y distorsiona la voluntad popular con un sistema electoral tramposo como la Ley de Lemas.

Las palabras de Brignole, lejos de ser una defensa al pueblo formoseño, son un insulto a la inteligencia colectiva: ¿cómo puede hablar de "trabajar para la gente" quien aparece en un video explicando cómo manipularla con mercadería? ¿Con qué autoridad moral se arrogan una "victoria" quienes hacen del empleo público, la comida y la necesidad un instrumento de sometimiento?

El repudio a Paoltroni por parte de estos actores no es más que la reacción de una casta política que se siente cómoda en la impunidad. Lo verdaderamente ofensivo no es denunciar el secuestro de la voluntad popular, sino fingir que en Formosa se vota en libertad cuando la libertad está condicionada, vigilada y chantajeada.

El "modelo formoseño" no es un proyecto de desarrollo, es un esquema de dominación política. Y lo que se celebró en Casa de Gobierno no fue una victoria democrática, sino una muestra más de cómo el poder, cuando se vuelve absoluto, termina por perder toda noción de vergüenza.