
Columnista. Diputado Convencional Constituyente MC
El sueño de la casta con tonada formoseña: eternizarse en el poder y tumbar a un presidente elegido
El régimen habla por boca de Mayans: eternidad, impunidad y plan destituyente. En Argentina, hay momentos en que la política deja de hablar en códigos y se muestra con brutal sinceridad. Eso ocurrió esta semana, cuando el senador nacional por Formosa, José Mayans, confesó ante cámaras, sin rubor, su deseo de que el presidente Javier Milei no termine su mandato. No lo dijo en privado, ni en off the record. Lo dijo en Crónica TV, en una entrevista con Chiche Gelblung, ante millones de argentinos.

Mayans, jefe del bloque kirchnerista en el Senado, vicepresidente del Partido Justicialista y brazo político del gobernador Gildo Insfrán —el caudillo que desde hace 36 años controla Formosa con la suma del poder público en sus manos—, se sacó la careta. "Si pierde las elecciones de medio término, Milei se tiene que ir. Pero igual se va a tener que ir porque este plan económico es insostenible", disparó, sin que le tiemble la voz.
Confesión de un operador del feudo: Mayans quiere que Milei no termine su mandato
Repreguntado por Gelblung si estaba admitiendo que deseaba una caída anticipada del gobierno, respondió con total impunidad: "Y, sí, obviamente… ¿y a vos qué te parece?"
La gravedad de esas declaraciones es inmensa. Estamos ante el líder parlamentario de la principal bancada opositora, un hombre con peso institucional real, que además representa a un modelo de poder feudal y antidemocrático como el que gobierna Formosa desde hace 36 años. Un modelo basado en la reelección indefinida, una Ley de Lemas tramposa, una Justicia subordinada, una policía militante, y un Estado utilizado como herramienta de sometimiento social y dominación electoral.
Golpismo sin eufemismos: el senador Mayans quiere destituir a Milei para conservar sus privilegios
En ese contexto, Mayans no sólo confesó su deseo destituyente, sino que justificó la perpetuidad. Con orgullo medieval, se jactó de sus 24 años en el Senado y anunció su intención de seguir tres mandatos más: "Cuanto más viejo el legislador, mejor. Somos archivos vivientes", dijo, como si la democracia fuera un geriátrico institucional y no un sistema basado en la renovación, la alternancia y la rendición de cuentas.
Pero lo más inquietante no fue el tono bufonesco, ni el desprecio por la república. Fue el mensaje implícito: si el gobierno no se acomoda a los intereses del peronismo, entonces debe caer. No por juicio político, no por violaciones a la Constitución, sino por cálculo electoral y connivencia política.
Eso no es oposición. Eso es golpismo disfrazado de institucionalidad.
Y lo dice alguien que, además, respalda a Gildo Insfrán, presidente del Congreso Nacional del PJ y gobernador de Formosa desde 1995, sostenido en el poder por mecanismos que avergüenzan a cualquier república moderna: clientelismo estructural, control total del aparato estatal, medios cooptados, represión a la disidencia, y un sistema electoral que impide cualquier competencia real.
24 años en el Senado no le alcanzan a Mayans. Quiere 24 más y también quiere decidir cuándo debe irse un presidente
No se trata, entonces, de un exabrupto individual. Es la voz de una estructura de poder que no cree en la democracia, salvo cuando la gana. Una estructura que no tolera la derrota, que no acepta la alternancia, y que cuando no puede imponerse en las urnas, apuesta a la parálisis institucional, el sabotaje económico o la presión judicial.
Mayans dejó al descubierto el verdadero rostro de la casta. Esa que no vive para representar, sino para eternizarse. Que no compite, sino que manipula. Que no acepta la voluntad popular si no le conviene.
Y en el fondo, lo que molesta a Mayans no es Milei. Es el pueblo que lo eligió.
Las declaraciones del senador formoseño no deben ser relativizadas ni archivadas como anécdota. Son una amenaza concreta a la estabilidad institucional, proferida por un dirigente que encarna lo peor del régimen político argentino: la permanencia en el poder sin alternancia, el desprecio por la república y la convicción de que el Estado es un botín partidario .
Hoy, más que nunca, la democracia no se defiende solo con votos. Se defiende también con memoria, coraje y firmeza frente a quienes la desprecian desde las sombras del poder eterno.
