El Modelo Formoseño en clave patriarcal: "mujeres guardianas, cargos a cambio de favores sexuales y un poder que calla"
Graciela De la Rosa enalteció el "Modelo Formoseño" como heredero del legado de Evita, pero omitió mencionar las denuncias por violencia de género y abusos sexuales que salpican a figuras centrales del oficialismo provincial. Tampoco nada dijo de la denuncia contra un alto ministro de repartir cargos y bancas a cambio de favores sexuales.

Las declaraciones de Graciela De la Rosa, ex auditora general de la Nación y actual defensora del "Modelo Formoseño", pueden sonar convincentes para el oído desprevenido. Con tono doctrinario, evocó las banderas del peronismo y celebró a Gildo Insfrán como "el mejor alumno de Perón" y al modelo de gobierno provincial como un faro de justicia social. Sin embargo, detrás del discurso edulcorado se esconde un silencio incómodo y revelador.
"Graciela De la Rosa defiende un modelo que habla de Evita pero calla ante los abusos sexuales dentro del poder."
De la Rosa proviene del corazón de un régimen que acumula 36 años de control absoluto del poder público en manos del mismo hombre: el gobernador Gildo Insfrán. Un sistema que, lejos de garantizar igualdad y justicia, mantiene intacta una estructura de poder vertical, patriarcal y, como lo demuestran múltiples denuncias, profundamente opaca y abusiva.
Mientras celebra el legado de Evita, ignora que en Formosa las mujeres no tienen voz propia ni lugar real en las decisiones de fondo. El único orador en los actos por el Día de la Mujer sigue siendo el gobernador, quien asigna a las mujeres el rol de "guardianas del Modelo Formoseño", como si se tratara de una misión secundaria, decorativa, sin poder real.
"Mientras Insfrán se arroga el derecho de ser el único orador en el Día de la Mujer, su entorno está salpicado por denuncias de acoso y reparto de cargos a cambio de favores sexuales."
El mismo modelo que Graciela De la Rosa reivindica, calla ante las múltiples denuncias por violencia de género, acoso y abuso sexual que pesan sobre funcionarios cercanos a Insfrán. Incluso una ex alta funcionaria de su gabinete (Silvia Tarantini) denunció públicamente a un poderoso ministro por intercambiar cargos, concejalías y diputaciones a cambio de favores sexuales. Pese a la gravedad de las acusaciones, que la denunciante proviene del riñon del Gildismo y que no es el único caso conocido, no hubo una sola palabra de solidaridad o pedido de explicaciones por parte del oficialismo, ni siquiera simbólicamente.
Este silencio cómplice deja bajo sospecha a toda la estructura del poder formoseño, incluida la representación femenina que, lejos de cuestionar, avala con su inacción un modelo que despoja de dignidad a las mujeres y perpetúa relaciones de poder degradantes.
Graciela De la Rosa exaltó que "Evita organizó a las mujeres y las hizo protagonistas", pero en Formosa las mujeres del poder oficialista parecen reducidas a coros de obediencia, incapaces de romper con las lógicas patriarcales de un sistema que las usa como escudo simbólico mientras tolera —o encubre— prácticas abusivas.
Con su discurso, De la Rosa intenta blindar constitucionalmente este modelo en la inminente reforma impulsada por Insfrán. Pero el verdadero legado de Evita fue liberar, no encadenar. En Formosa, hoy más que nunca, hacen falta menos consignas vacías y más coraje para denunciar la impunidad que se disfraza de doctrina.
