Censura, autoritarismo y micrófonos apagados: la vergonzosa sesión de la Convención Constituyente de Formosa
La segunda sesión de la Convención Constituyente de Formosa se convirtió en un grotesco espectáculo de autoritarismo, censura y desprecio absoluto por la pluralidad democrática. Una vez más, el oficialismo formoseño dejó en claro que no está dispuesto a debatir, sino a imponer. Bajo la presidencia de Graciela De La Rosa, la jornada legislativa fue una sucesión de atropellos, micrófonos apagados y opositores silenciados por el simple hecho de disentir con el "modelo formoseño".

Antes de comenzar formalmente la sesión, De La Rosa ya demostró que no toleraría críticas al régimen. Y cumplió: le cortó el micrófono a la diputada Gabriela Neme cuando intentaba, reglamento en mano, plantear una cuestión de privilegio por haber sido censurada en la sesión anterior. Ni siquiera la formalidad parlamentaria fue respetada. A Neme no se le permitió hablar, no por falta de argumentos, sino porque el oficialismo decidió que la oposición no tiene voz.
Pocos minutos después, el senador nacional y convencional constituyente Francisco Paoltroni fue víctima del mismo autoritarismo. En un discurso firme y constitucionalmente respaldado, Paoltroni intentó advertir sobre la violación sistemática de la Constitución Nacional que implica esta reforma. Recordó que su rol como senador de la Nación lo obliga a respetar y hacer respetar la Carta Magna, y que en Formosa —desde hace más de dos décadas— se gobierna a espaldas de ella.
"Aprietes con el empleo público, con la vivienda, con los planes; pagos en mercadería y efectivo a cambio de lealtad política. Todo eso lo tenemos probado. Y por eso sostenemos que la única salida para nuestra provincia es la intervención federal", expresó, antes de ser interrumpido por abucheos oficialistas y por la propia presidenta de la Convención.
Ni siquiera los siete minutos reglamentarios se le permitieron. Graciela De La Rosa, en un acto de evidente abuso de poder, intentó decirle de qué podía hablar y de qué no.
Cada vez que Paoltroni mencionaba la palabra "intervención federal" o "régimen tirano", su micrófono era cortado. Cuando calificó a los convencionales oficialistas como "eunucos del Rey", obedientes a las órdenes del gobernador Gildo Insfrán, la bancada oficialista estalló en gritos y desorden.
Lo que debía ser un debate sobre el texto constitucional, se convirtió en una representación vergonzosa de la maquinaria de control que hace décadas opera en la provincia.
Pero la persecución a las voces disidentes no terminó allí. El intendente de Las Lomitas y convencional, Atilio Basualdo, también fue brutalmente censurado cuando intentaba formular propuestas en defensa del medioambiente y de las comunidades originarias. Hablaba del Bañado La Estrella y de las aguas del Pilcomayo, temas directamente vinculados al capítulo que se estaba debatiendo. Sin levantar el tono, sin chicanas, sin ataques personales, Basualdo fue interrumpido arbitrariamente.
¿Por qué lo callaron? Porque el oficialismo sospechaba que iba a referirse a Campo del Cielo, un paraje de su municipio, donde a fines del año pasado la policía provincial reprimió con violencia a criollos y originarios que protestaban por el peligro de desborde del agua y mejores condiciones de vida.
En la Formosa de Gildo Insfrán, los reclamos se acallan a golpes, y las palabras se silencian apagando micrófonos
En esta Convención, hablar de Constitución parece ser un delito. Defender al pueblo, una provocación. Denunciar al régimen, una herejía.
La Convención Constituyente no está debatiendo una Constitución. Está escribiendo un nuevo manual de sumisión.
Y lo hace sin disimulo, con las cámaras apuntando a las espaldas de los opositores, con los micrófonos cortados, con los tiempos robados, y con la voluntad de un pueblo ignorada a fuerza de abuso de poder.
Cada sesión que pasa no hace más que confirmar lo que ya muchos sabían: esta reforma no es para democratizar la provincia, es para blindar aún más un régimen que ya no puede ocultar su autoritarismo.