Evans volvió a la Convención Constituyente y la soberbia oficialista lo empujó a un retiro definitivo
Tras haberse retirado el viernes denunciando censura, discriminación y gravísimas irregularidades, el doctor Guillermo Evans regresó el lunes para insistir en sus planteos y buscar el debate democrático. La presidenta de la Convención y el bloque oficialista lo ignoraron con desprecio, ratificando un manejo autoritario que vacía de legitimidad todo el proceso.

La Convención Constituyente de Formosa sumó este lunes un nuevo capítulo a su larga lista de escándalos. El doctor Guillermo Evans, convencional electo, regresó al recinto tras haberse retirado el viernes en medio de denuncias por censura, discriminación y graves irregularidades procedimentales.
Evans volvió con la intención de advertir que la Convención persistía en un error "caprichoso y arbitrario": dar tratamiento preferencial a despachos que ni siquiera habían ingresado formalmente. Según afirmó, esta práctica "vicia de nulidad absoluta" todo el desarrollo del proceso constituyente.
Sin embargo, la respuesta que recibió fue, para muchos, la confirmación del carácter autoritario con el que se maneja la mayoría gildista. La presidenta de la Convención, lejos de abrir el debate o permitirle exponer, volvió a censurarlo e ignoró su planteo, reproduciendo la misma actitud de desprecio que provocó su primera salida.
Como si fuera poco, el presidente del bloque oficialista, Rodrigo Vera, tomó la palabra para celebrar que al oficialismo le "gusta el reglamento" porque les permite "funcionar libremente", y recordó con arrogancia que cuentan con los dos tercios para imponer cualquier procedimiento que decidan.
Un sincericidio político que, lejos de despejar las sospechas, refuerza la idea de que el reglamento es utilizado como herramienta de control y silenciamiento de la oposición.
Frente a este escenario, Evans anunció su retiro definitivo de la Convención, asegurando que no será parte de un proceso "sin garantías democráticas, sin transparencia y viciado desde sus cimientos".
La actitud soberbia y autoritaria de la presidenta y del bloque oficialista no solo profundiza la grieta política dentro de la Convención, sino que hiere de muerte la credibilidad de un proceso que debería ser histórico y plural.
En lugar de buscar consensos y respetar la voz de las minorías, la mayoría gildista parece decidida a convertir la reforma constitucional en un monólogo partidario, borrando de un plumazo la esencia misma del debate democrático.