Un final abrupto para una Constitución hecha a medida del poder
La Convención Constituyente de Formosa, que terminó de manera sorpresiva y con una parte de la oposición descolocada, dejó allanado el camino para que el próximo miércoles 10 de septiembre, a las 18 horas en la Legislatura provincial, se realice la jura de la nueva Constitución. El acto contará con la presencia de convencionales y representantes de los tres poderes del Estado, en lo que el oficialismo intenta instalar como un "momento histórico" para la ciudadanía.

Sin embargo, la velocidad con que se cerró el proceso —apenas poco más de un mes de debates— y la falta de discusión profunda sobre artículos clave, generaron fuertes críticas hacia un texto que, en los hechos, consolida las bases jurídicas del régimen de Gildo Insfrán.
La puesta en escena del "orgullo" oficialista
La presidenta de la Convención, Graciela de la Rosa, en declaraciones a la prensa oficial (AGENFOR) celebró la sanción de la Carta Magna como un logro histórico y resaltó ser "la primera mujer presidenta de una convención".
No obstante, detrás de los discursos de inclusión y modernidad, lo que se aprobó fue un paquete de modificaciones que habilitan al poder político a seguir controlando sin contrapesos. La tan criticada reforma del artículo 132, que reconfigura el límite a la reelección y abre una ventana para que Insfrán continúe en el Ejecutivo, es la verdadera columna vertebral de este nuevo texto.
Unanimidad ficticia y acuerdos funcionales
De la Rosa aseguró que la Constitución fue "aprobada en general por unanimidad", destacando los acuerdos entre justicialistas, radicales y representantes de Nuevo País. Pero lo que el oficialismo presenta como consenso, para gran parte de la ciudadanía no es más que la convalidación de una maniobra política diseñada para burlar el fallo de la Corte Suprema que había declarado inconstitucional la reelección indefinida.

El radicalismo, que optó por permanecer en la Convención en vez de romper con el proceso, quedó atrapado en la paradoja de legitimar con su presencia lo que fuera de los recintos denuncian como irregular. La supuesta "unidad" terminó siendo funcional al objetivo del gildismo: blindar jurídicamente la continuidad del modelo y presentarlo con ropaje democrático.
Una "historia oficial" que busca tapar la crisis de legitimidad
El oficialismo invita ahora a la ciudadanía a "ser parte de este momento histórico". Pero lo cierto es que lo que se jurará el miércoles no es una Constitución nacida de un debate plural y profundo, sino un texto cocinado a la medida del poder, con una oposición debilitada y sorprendida por el cierre abrupto.
En lugar de abrir nuevos horizontes democráticos, esta reforma clausura posibilidades de alternancia y profundiza un sistema de concentración política. El 10 de septiembre, mientras se realice la ceremonia solemne en la Legislatura, no será la democracia la que festeje: será el régimen de Insfrán celebrando otra vuelta de tuerca en su camino hacia la eternidad en el poder.