Mayans, entre la hipocresía y la desesperación: el senador del gildismo pretende decidir quién puede o no jurar en el Congreso
En una muestra más de arrogancia e impunidad política, el senador nacional José Mayans volvió a dejar en evidencia la hipocresía del poder formoseño, al poner en duda —a horas de la veda electoral— la posibilidad de que Patricia Bullrich, ministra de Seguridad y candidata a senadora nacional por La Libertad Avanza, pueda asumir su banca si resulta elegida por el voto popular.
"No sé si vamos a aceptar que jure una persona ligada al tema del narcotráfico", lanzó Mayans sin aportar una sola prueba, en declaraciones a una radio alineada con el gildismo.
Las declaraciones, cargadas de cinismo y oportunismo electoral, no sólo reflejan el nerviosismo del oficialismo formoseño ante el inminente avance libertario, sino también la peligrosa costumbre del peronismo provincial de erigirse en juez moral y político del resto del país, mientras ignora o encubre sus propios vínculos con el poder autoritario, la corrupción y el narcotráfico regional.
El dedo acusador del que calla demasiado
Resulta insólito que Mayans, hombre fuerte del justicialismo formoseño y socio político de Gildo Insfrán, se atreva a hablar de "narcotráfico" cuando la provincia que gobiernan desde hace casi 40 años ha sido denunciada en reiteradas oportunidades por su permeabilidad al contrabando y las rutas ilegales del norte argentino.
A la vez, su indignación selectiva contrasta con su silencio cómplice ante las relaciones de su propio espacio político con figuras vinculadas al régimen de Nicolás Maduro, un gobierno acusado internacionalmente por narcotráfico y violaciones sistemáticas a los derechos humanos.
¿Y Jorge Taina también candidato K —dirigente con pasado guerrillero y estrecha relación con el chavismo— no representa un problema moral para el senador?
¿O los lazos con el régimen venezolano sólo escandalizan cuando se trata de dirigentes opositores?
Una maniobra desesperada en la recta final
Las declaraciones de Mayans llegan en el ocaso de una campaña marcada por el miedo y la desorientación del gildismo, que ve desmoronarse el discurso triunfalista de "la Formosa modelo" frente al avance de Atilio Basualdo y La Libertad Avanza.
En un intento de desviar la atención de los escándalos que sacuden al oficialismo local —las patotas, los ataques a periodistas, la persecución a militantes libertarios y el uso del Estado como estructura partidaria—, el senador intenta instalar sospechas infundadas sobre una dirigente nacional cuya gestión, guste o no, ha sido sinónimo de orden y autoridad institucional.
La moral selectiva del poder
Cuando Mayans habla de "no aceptar que jure alguien ligado al narcotráfico", parece olvidar que su propio espacio político protege y promueve a funcionarios acusados de enriquecimiento ilícito, violencia política y connivencia con redes delictivas en la frontera norte.
Y que el gobernador Gildo Insfrán, su jefe político, fue señalado por organismos internacionales y medios nacionales por la falta de control sobre el contrabando de combustible, el tráfico de estupefacientes y la represión de comunidades indígenas.
La incoherencia como política de Estado
Mientras el kirchnerismo formoseño habla de "defender la democracia", sus militantes golpean periodistas, destruyen carpas opositoras y utilizan la policía y la justicia como herramientas partidarias.
Y mientras Mayans intenta cuestionar la legitimidad del voto popular que podría llevar a Bullrich al Senado, en Formosa la voluntad ciudadana lleva 40 años secuestrada por el miedo, la dependencia y el clientelismo estatal.
En definitiva, el senador Mayans no teme por la calidad institucional, sino por la pérdida del poder absoluto que durante décadas usufructuó sin rendir cuentas.
Sus declaraciones no son un gesto de ética republicana, sino un síntoma del pánico político del peronismo formoseño, que ve acercarse una ola de libertad imposible de frenar.